Hablaba el otro día con algunas madres y padres sobre el controvertido tema de los deberes escolares para casa. Siempre ha existido el debate de si es necesario enviar tarea al alumnado de primaria, y es cierto que de un tiempo a esta parte son muchas las voces que se han situado en contra de que los docentes realicen esa práctica.
El rondeño Francisco Giner de los Ríos, creador y director de la Institución Libre de Enseñanza o Francisco Ferrer Guardia, quien fundó y promovió la Escuela Moderna, eran partidarios de una enseñanza racionalista y no coercitiva. Para aprender se necesita de la emoción y de la motivación. Les aseguro que llevar a casa una montaña de tareas no motiva a nadie. Es más, hasta las madres, que por lo general son las encargadas de ayudar a sus hijos en esos menesteres, se agobian intentando motivarles y acaban convirtiéndose en desesperadas dictadoras con tal de que los pequeños atiendan y terminen los dichosos deberes. Incluso hay quienes directamente se los hacen, porque los ven excesivos o por falta de tiempo. No todas las familias tienen los recursos necesarios para apuntar a sus hijos a clases particulares o tiempo para acompañarles en la realización de las tareas ¿Acaso no son suficientes las cinco horas que están en el centro escolar, que es necesario ampliar esa jornada a la tarde? Además, no existe ninguna ley de Educación que obligue al profesorado a mandar deberes.
Yo, particularmente, estoy en contra de la tarea escolar en casa, salvo en ocasiones puntuales. Las niñas y niños, por las tardes, han de jugar, descansar, participar en actividades recreativas y culturales, y lo más importante: pasar tiempo con su familia.
Deberíamos ir superando poco a poco ese Capitalismo agresivo que nos imponen e ir construyendo una sociedad más humana, y para eso es fundamental el papel de la Escuela pública. No somos, números, no somos máquinas, no somos borregos; somos personas con nuestras particularidades, y nuestras niñas y niños también lo son, y necesitan ternura, valores y tiempo para crecer cada una a su ritmo. Esa, al menos, es mi humilde opinión.
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