La literatura de barrio, la gran olvidada. Por Tiguel Mena

Como cada año, escritores y lectores hacemos un recorrido sobre la esfera de las novelas más leídas, más vendidas y más recomendadas a lo largo de estos doce meses. Pero mi intención a través de este artículo no es hablar de ninguna novela, sino defender y reivindicar una parte del gremio de la literatura que cada año, sin apoyo, se apaga.

Seguramente cuando a algunos de ustedes le susurran al oído la palabra “literatura” miran para otro lado; y es que ya lo dijo en su día un político llamado Julio Anguita: “Hay miedo a pensar, en España hay miedo a pensar. En este país hay gente que es capaz de ponerse delante de un toro, pero ve un libro y sale corriendo”. A muchos otros cuando os hablan de literatura se os viene a la mente el nombre de un escritor o escritora famosa, ya consolidada, y en cierto modo es normal, a día de hoy son la que mayor número de masas manejan y los que más marketing reciben. Aunque también recuerdo las palabras de una compañera de gremio que dijo aquello de…” Cuando el título del autor es más grande que el de la novela, malo”.



Sin embargo, solo una pequeña minoría de lectores piensa y se acuerdan del escritor más cercano cuando ven en alguna parte una nueva novela que ve la luz o se anuncia, curiosamente la pequeña minoría que forma parte de los cuatro pilares sobre los que se sostiene el escritor de barrio: la familia (y los lectores), las librerías, las asociaciones y la delegación de cultura del Ayuntamiento.

La literatura de barrio es aquella que forma parte del sector más humilde del gremio, la que está al alcance de la mano, la más próxima. Una literatura que vive de sueños, de dificultades, de realidades, cruda, abierta, que enseña, que divulga, que transmite, que ayuda a pensar, a analizar y a reflexionar.

Cuando yo mismo me paro unos segundos a pensar antes de escribir cualquier palabra se me viene a la mente la cantidad de escritores que se quedan en el camino por haber aceptado una frase normalizada en nuestra sociedad: “¿La escritura? Búscate la vida”.

¿Cuánto talento se pierde en los barrios más humildes por la falta de apoyo? ¿Cuántos novelistas se han quedado por el camino porque nadie ha apostado por ellos? ¿Cuánta gente se queda sin publicar una novela por falta de recursos o incluso no tienen la valentía de escribir un artículo?

Hace mucho tiempo que con el avance de las nuevas tecnologías y el desarrollo de los nuevos dispositivos electrónicos la gente, con tan solo un ´click´ tiene al día siguiente el producto que quiere en su casa a través de internet. Eso ha condicionado mucho a las librerías a la hora de ofrecer el autor favorito de cada uno como medio natural. Por no hablar de la lectura electrónica pirateada ¡Anda que no es bonito ojear las hojas de un libro recién abierto y oler sus páginas al leerlo!

Pero, al igual que los escritores noveles necesitan recursos para publicar una novela, también están los lectores que por increíble que parezca no tienen tampoco recursos para adquirir una. Por eso, más allá de ideologías y etiquetas, la mayor parte del gremio de la literatura ha visto con buenos ojos el llamado “bono cultural”. Evidentemente mientras se gestione bien y vaya a quien verdaderamente lo necesite, por eso he escrito anteriormente “sin ideologías ni etiquetas”.

De hecho, corremos el riesgo de que en los municipios de menos de diez mil habitantes acaben desapareciendo con el tiempo las librerías. Ya desaparecieron los videoclubs que vendían y alquilaban películas y videojuegos, ¿recuerdan? No negamos que internet y el avance de las tecnologías facilita el día a día para casi todo el mundo, pero es más que evidente que se ha fomentado una manera distinta de acceder a la literatura. Muchos lo denominan como la cultura del mínimo esfuerzo. Aunque personalmente creo que es muy complejo y da para debate, pero no van camino a equivocarse. Casi todo lo tenemos a través de una pantalla táctil.

Me niego a pensar que, en mi municipio, por ejemplo, no haya gente que tenga capacidad de escribir grandes cosas teniendo en cuenta que las palabras son la fuente más profunda para transmitir lo que somos y sentimos. No pretendemos ni igualar ni que nos comparen con grandes escritores. Tenemos nuestros referentes, pero queremos escribir el guion de nuestra propia historia.

Dicen por ahí que los escritores somos lo que pensamos, lo que escribimos y lo que transmitimos, y es verdad que siempre tenemos imaginación e ideas en la cabeza, pero permítanme que añada un aspecto fundamental: los escritores, al fin y al cabo, somos lo que en gran parte recibimos: ¡APOYO!

Esta navidad hay una oportunidad magnífica para apoyar el gremio.

 

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