Hace
unos meses se puso encima de la mesa un debate con repercusión nacional, algo a
lo que estábamos poco acostumbrados a hablar en público o incluso en nuestro
entorno más cercano, como grupos de amigos, familia, pareja, etc.
Hay
gente que piensa que como consecuencia del covid19 han ido apareciendo síntomas
de problemas emocionales en las personas por haber estado prácticamente año y
medio de confinamiento, pero lo cierto es que los problemas de salud mental ya
existían antes, toda la vida, de hecho. Si que es cierto que el coronavirus ha
roto ese ascensor social y nos ha obligado a entendernos entre nosotros mismos,
como personas y como sociedad.
Científicamente
está demostrado que esta pandemia ha azotado psicológicamente a millones de
personas repartidas en todo el mundo, de todas las edades. Llegados hasta tal
punto que, en España, por ejemplo, la tasa de suicidio se ha disparado entre
los más jóvenes llegando a ser de diez suicidios al día. Te paras a pensar y
parece que se trata de una novela de ficción. Incluso, hay quien llama a este
problema “la otra pandemia” o “la cuarta ola”.
Lo
que está claro es que se trata de un problema grave que necesita cuidado
diario, y por supuesto de más psicólogos en la sanidad pública. Un problema que
sigue siendo para millones de personas un tema tabú, pero que en realidad
debería considerarse un acto de valentía.
Desde
pequeño, y hablo de nuestra generación, se nos ha inculcado en la mente
haciendo mala pedagogía que somos como nuestro superhéroe favorito, que podemos
con todo, que si lloras eres débil y no eres un machote, que tienes que sacar
buenas notas a modo de comparativa con tu vecino o vecina para tener el mismo
premio que él, que no puedes rendirte en algo porque los demás te mirarán mal, que
si renuncias a lo que más te gusta no eres un campeón.
Pero,
¿a nadie se le ha ocurrido pensar en lo más importante?
Nuestra
formación puede marcar un antes y un después en nuestra vida, pero al fin y al
cabo no define quién somos. Aparte somos humanos, y ello conlleva tener
emociones, ilusiones y sentimientos. Conlleva tener días malos, incluso semanas
y meses. A lo que comúnmente llamamos “tener una mala racha”.
Todos
tenemos derecho a ilusionarnos, emocionarnos, enamorarnos, soñar, vivir, creer.
Pero también a equivocarnos.
Vivimos
en una sociedad en la que los prejuicios imperan casi todas las relaciones, ya
sean sociales o sentimentales. En la que las redes sociales se han vuelto tóxicas,
no solo por el mero hecho de tenerlas, sino por no saber usarlas adecuadamente.
En realidad, las redes sociales no nos muestran la realidad de las personas,
son como una careta, solo te enseñan lo que los demás quieren que sepas.
Una
sociedad basada en la bulla, en la competencia, en el estrés, en la que hay
millones de personas con complejos de inferioridad y otros millones que se
creen superiores a los demás por el hecho de tener más poder adquisitivo o un
título académico más.
Una
sociedad en la que a veces dudas de ti mismo, de si podrás o no seguir con tus
relaciones, con tu trabajo, con tus metas, etc.
Estrés,
ansiedad, depresión, insomnio, son enfermedades mentales que pueden
desarrollarse en nuestra mente si no las tratamos a tiempo, y son enfermedades
mentales fruto de muchos factores que se entremezclan en nuestro día a día y
requieren de atención y cuidado diario. Pueden ser producidas por problemas
sociales, laborales, sentimentales, etc.
¿En
qué momento hemos normalizado dormir y depender de fármacos para seguir
adelante?
Hasta
hace un año y medio mi planificación consistía en estudiar y aprobar las
asignaturas de Ciencias Políticas, también en documentarme y desarrollar poco a
poco el guion de lo que sería mi nueva novela de suspense. Llegó la pandemia y
con ella el confinamiento, un amigo me propuso participar en un blog de
artículos de opinión y reflexión sobre el día a día, que llevara el sello de
identidad de la comarca gaditana. Acepté y me comprometí en unir gente de zonas
diferentes para expandir el blog.
Sabía
que podía hacerlo porque ya lo había hecho antes, pero en otro ámbito -el
político-, sabía que darle un toque transversal al blog tendría efecto
inmediato. Empezamos a escribir y unir a gente de diferentes municipios. Todos
muy jóvenes y con ganas de aportar. Incluso, una persona que con el paso del
tiempo para mí sería especial.
Al
mismo tiempo también cumplía en Espera con mi función política como Coordinador
Local del Área de Juventud en la organización política en la que me movía
-Izquierda Unida-.
Mis
días eran muy productivos, estudiaba cuatro horas al día, dedicaba a escribir
dos horas la novela y otras dos horas artículos. Entretiempo y cuando se
necesitaba apoyaba y coordinaba al concejal de juventud del municipio y lideraba
al grupo de veinte chavales que componíamos el primer comité joven.
El
confinamiento se relajó y con ello también las restricciones. El grupo del blog
logró las diez mil visitas gracias a la multitud de artículos que los
integrantes escribían día a día. El clima, la sintonía y el buen rollo
afloraban a El Encalijo.
Se
propuso quedar en un municipio cercano y neutro para tomar entre todos unas
cañas, compartir opiniones y conocernos mejor. Como no podía ser de otra forma
la tarde/noche fue de diez. El blog seguía avanzando, la sintonía era perfecta
y los miembros entrelazaron confianza. Incluido yo, que tenía planes con equis
persona más allá del funcionamiento del blog.
Seguía
estudiando las asignaturas del grado en Ciencias Políticas, escribiendo artículos
y coordinando al comité joven de IU. A la semana me llegó el contrato oficial
desde la editorial para que lo firmase, la primera parte de la novela se iba a
publicar a nivel nacional. En ese momento sabía que tenía que darle prioridad a
la novela, darle más intensidad y visitar los escenarios en los que trascurre
la trama, en Cádiz.
Poco
a poco y por diferentes circunstancias de la vida empiezan a parecer problemas
en el grupo de amigos, algunos te parecen tonterías, pero el caso es que hay
que hablarlos. Intentas mediar y hacer de pegamento social entre varios
miembros, pero la cosa va a peor y, como el que se mete en una pelea de dos, tú
te llevas la parte, en este caso el peor escarmiento.
El
grupo social se divide en tres, el pueblo es pequeño y sabes que los vas a ver
a todos, al menos los fines de semana, ya sea por la calle o en algún que otro
bar. Te mantienes incluso tranquilo porque eres una persona a la que le gusta
juntarse con personas de edades diferentes, te llevas bien -o lo intentas- con
todo el pueblo y eso consigue abrirte la mente y nutrirte al mismo tiempo de
ideas diferentes. Eso sí, tu grupo, o lo que quedaba de él, lo tienes presente.
El caso es que en cierto modo empiezas a percibir cierta toxicidad del entorno
que te rodea.
El
comité joven de IU tiene que pasar a la acción sobre un tema concreto, pero
estás hasta arriba de cosas y es la primera vez en dos años que llevas con
ellos y que no abres la boca para proponer ni para aportar nada, la mayoría lo
ve extraño. No te apetece, vas a la reunión, pero no participas por falta de
ánimos y algo de estrés. En ese momento piensas y te preguntas a ti mismo si
estás en condiciones de liderar o no el grupo. Después de equis tiempo quedas
con la persona que para ti es especial. Es una tarde de risas, anécdotas,
almuerzo, café, paseo, copas, algún que otro cigarrillo, etc. Todo va bien,
estás bien, te sube el ánimo el mero hecho de estar con esa persona, te sientes
diferente, vivo. Después de mucho tiempo nadie te había hecho sentir y vivir
tantas emociones juntas.
Al
día siguiente escribes un artículo sobre la influencia de las relaciones en el
día a día, lo peta, se hace viral, el número de seguidores del blog sube una
barbaridad en tan solo dos horas. Ahí me di cuenta de dos cosas, de la verdadera
influencia de las redes sociales sobre las cosas y de que la gente se guía por
el morbo. Dejas a un lado las asignaturas del grado universitario, pero solo
para invertir mas tiempo y centrarte en la novela. El contrato ya está firmado,
ahora hay que darle caña a la narrativa.
A
las dos horas el grupo de WhatsApp de tus amigos echa fuego, te enteras de que
la persona más cercana y a la que le has confiado casi todo te falla, a ti y a
algunos amigos más, pero sobre todo a ti. Cosas que no llegas a creerte, parece
que hay una cámara oculta, pero es la realidad y tragas con ella. Llegas a casa
y no tienes ganas de escribir, pero llamas a esa otra persona que para ti es
especial, te apetece mucho hablar con esa persona, no para contarle el
problema, sino porque te hace sentir bien. Durante un tiempo tus prioridades
son los artículos, la novela y agrandar tu relación con esa persona. No vive en
el mismo municipio que tú, pero hay planes conjuntos, de momento establecéis
conversaciones cada día por llamada, videollamada, mensajes de WhatsApp y notas
de audio.
Estás
en una nube, la relación está siendo tan intensa, con tanta adrenalina, tantos
momentos compartidos, os lo contáis todo, lo bueno y lo malo, eres detallista y
le haces un regalo que sabes que le hará tanta ilusión que se quedará con la
boca abierta. El dinero y el tiempo invertido para ti es lo de menos, es como
algo simbólico, lo haces porque quieres, porque lo sientes y sabes que le va a
gustar. Cuando lo recibe te avisa y te dice que le ha encantado, a ti el
saberlo te hace feliz porque al mismo tiempo sabes que esa persona está feliz,
os sacáis sonrisas, hacéis desconexión de todo, todo va tan bien durante tanto
tiempo que tienes en la mente dar un paso adelante en la relación. Estás
completamente seguro y convencido. La sintonía es perfecta.
Llega
el siguiente finde, quedas con unos amigos al mediodía para tomar unas cañas,
le mandas el mensaje a esa persona especial, vas a casa a darte una ducha para
asistir a una reunión importante de asamblea. El camino que se está llevando a
cabo en asamblea no te convence porque se está siguiendo otra línea. Al
terminar la asamblea un amigo te dice que el grupo se ha roto, que cada uno
coge por su lado, a su rollo. Intentas saber el por qué, intentas nuevamente
mediar a través de la palabra, pero es inútil. Coges el móvil y entras en WhatsApp,
tienes un mensaje de audio de la persona especial, lo escuchas con una sonrisa
de oreja a oreja, pero la cara te cambia radicalmente cuando lo escuchas
entero. Te quedas inmóvil, sin saber qué hacer ni qué decir.
Lo
que para otra persona cualquiera sería un… “bueno, no pasa nada, hay más peces
en el mar”, para ti no valía. Eran un choque emocional fuerte junto con otras
dos noticias malas en menos de media hora, lo social, lo político y ahora lo
personal.
Tocaba
digerirlo, o más bien asimilarlo y asumirlo. Las cosas en la asamblea no
estaban yendo del todo bien y no estás del todo de acuerdo en cómo se estaban
haciendo ciertas cosas, pero no siempre marcas directrices, en todo caso las
coordinas, las apoyas y acatas lo que la mayoría dice, esa es tu verdadera
función. Pero sobre todo había una persona implicada que lo estaba pasando
realmente mal y la preocupación se olía en el ambiente. Por otro lado, un grupo
social resquebrajado que solo hacía aportar toxicidad al grupo y por la otra
banda esa persona especial, que ya había tomado su propia decisión y había
elegido, con todo el derecho del mundo, otro camino.
En
ese momento se te pasan multitud de cosas por la cabeza, es como tener diez
demonios dentro y todos dándote malas ideas, y…claro, empieza a aparecer lo que
se llama ansiedad. No sabes qué hacer exactamente, estás roto por dentro. Coges
el móvil para llamar a un amigo, ya ni te acuerdas que tu grupo social está
dividido, que con algunos puedes contar, con otros no, que algunos están en el
municipio, que otros no, que unos pueden quedar y otros no. Pero te da igual,
necesitas salir, despejarte, desahogarte, coger aire y si puedes hacerlo en
compañía mejor. Le escribes a un amigo que nunca falla, para ti es como un
hermano, le escribes y le dices la frase clave con la que os entendéis en
momentos de gran necesidad, “llámame cuando puedas, porfa”, con esa frase
saltan las alarmas.
Quedas
con ese amigo para dar un paseo y tomar una caña, estás roto por dentro,
desganado, sin ánimo para grandes conversaciones. En ese momento necesitas
desahogarte, gente de plena confianza y si es posible con algo más de
experiencia que tú, que siempre la hay. Tienes tantas emociones, todas ellas
negativas que tienes que gestionarlas en un espacio muy reducido de tiempo para
que no te influyan en otras cosas. Te afecta demasiado en lo emocional. Llamas
a esa persona especial para que te explique ciertas cosas, pero hay veces que
no necesitan explicarte las cosas, pasan y ya está, te jodes, tragas y sigues.
La decisión está tomada y tú no estás en los planes de cierta persona. Tienes
que aceptarlo y respetarlo, aunque cueste, aunque joda, aunque rabies por
dentro.
En
ese momento la única frase que se te pasa por la cabeza es “se acabó”, como si
todo lo que hubieras hecho y dicho no hubiera valido para nada, como si todo
hubiera sido en vano. El consuelo que se te queda es que todo lo bonito que le
has dicho y has hecho a esa persona lo hiciste porque querías y lo sentías,
porque incluso, y sin tener por qué, querías demostrarle a esa persona que eras
diferente, al menos a lo que ha tenido. Conciencia tranquila.
Tienes
tanta energía negativa dentro de ti y tanto es el cúmulo de emociones que
sigues roto por dentro. La ansiedad vino para quedarse, y ahora tienes que
aprender a lidiar también con ella, se está normalizando dentro de ti. No eres
capaz de gestionar las emociones, así que tampoco eres capaz de controlar
ciertas cosas. Sabes que la responsabilidad es tuya porque es tu mente, que no
puedes o no deberías de sufrir o preocuparte por las cosas que no dependen
exclusivamente de ti. Todo parecía tan bonito, había tan alto grado de sintonía
que no estabas preparado para el “no”, y para ti no era un “no” de muchos como
a todo el mundo le pasa cada día, para ti era un “no” doloroso porque era de
alguien especial, que te hacía sentirte vivo.
Decides
hacer la maleta para salir del pueblo unos días, así aprovechas también y
entregas currículo por diferentes zonas y de manera presencial. Al mismo tiempo
recuerdas que tienes el contacto de una psicóloga para casos extremos, por lo
que decides hablar con ella, le cuentas la situación y durante veinte minutos
no solo te marca las primeras cinco pautas, sino que te dice que has acertado
en salir del pueblo durante un tiempo. Llamas también a esa persona especial y
le cuentas la situación, con todo el cariño y la empatía que caracteriza a esa
persona te escucha y te comprende, comprende tu dolor y tu situación, sabe del
cúmulo de diferentes emociones y factores que se han ocasionado en tu cabeza.
Te manda su cariño, su apoyo y su respeto, pero hasta ahí, esa persona ya tomó
hace tiempo su decisión, eligió su camino y no hay marcha atrás.
Recuerdo
una frase de Julio Anguita hace años, “lo personal también es político”. Comentas
a la dirección de IU el problema que tienes y decides personalmente dar un paso
al lado y no obstaculizar nada. La editorial, por su parte, te da un toque de
atención conforme a la primera parte de la novela -se compone de tres libros-,
la cual envías y tienes que ponerte las pilas para empezar la segunda parte -su
documentación, guion, trama…-, en el blog de artículos dejas de escribir un
tiempo, incluso te sales del grupo de WhatsApp. Y diréis, “joder, ¿a tanto
llegaste?”.
Hay
una cosa, un matiz importante que comentar, el que me conozca lo sabe, soy una
persona muy comprometida, si digo que sí a algo lo cumplo, y sino estoy seguro
se me nota a Kms, soy muy expresivo. Así que, si sé que no puedo aportar en
algo, aparto.
Tomas
decisiones difíciles, algunas en caliente, pero en el fondo agradeces la
empatía de la gente más cercana y que es capaz de entender el problema. Te
cuesta dormir porque hay que lidiar con todas esas emociones aun tan recientes,
comes más y eso hace que ganes un poco de peso y a eso hay que sumarle que has
perdido hábitos y rutina. Como veis, la clave de todo está en tener la
capacidad de gestionar emociones, saber dar prioridad a las cosas, pensar menos
en lo que no depende exclusivamente de ti y actuar con la cabeza, no con el
corazón. Aviso, no es nada fácil. Hubo un tiempo en que decidí dejarlo todo,
pero justo a tiempo tomé una decisión mucho más importante todavía, cuando
estás roto por dentro, cuando no puedes más, cuando las cosas te superan y no
tienes herramientas emocionales propias para encararlas, cuando tampoco pueden
ayudarte los más cercanos, cuando no le ves sentido a nada, busca ayuda.
Sufres,
mucho, quizá uno tiene tanta imaginación que idealiza mucho sobre las cosas. Si
no sabemos lo que va a pasar dentro de una hora, ¿para qué pensar y
preocuparnos en lo que pasará en los próximos meses? Reflexionen, ayuda algo.
A
partir de ahí sigues las pautas y directrices que te van marcando. Tu mente no
te deja concentrarte en lo más básico y tampoco estás preparado para hablar con
cierta persona, se podría decir que ya no estáis en la misma sintonía. “Pues a
olvidarse de esa persona”, diría alguno que otro. Fácil decirlo y escribirlo,
pero pasa que hay veces en la vida que tienes que ver y vivir una experiencia
para saber verdaderamente lo que se siente. Consigues poco a poco recomponerte,
entras como en bucle, parecido a una rueda en la que por momentos estás bien y
por momentos vuelves a entrar en trance. Los psicólogos lo llaman la “fase de
duelo”. Ahí lo más importante es trabajas para ti mismo.
Intentas
mantener vivas tus ilusiones y poco a poco sigues con tus proyectos, sin
presionarte mucho, no debe haber bulla, solo la necesaria.
Por
último, creo que vivimos en una sociedad en la que casi de manera obligada hay
que seguir unas directrices para encajar con los demás. No tienes que gustar a
nadie, solo a ti mismo. Cada persona es libre de hacer lo que quiera con su
vida y de escribir su propio guion. La persona que de verdad quiere permanecer
en tu vida hará lo posible por hacerlo. Lo que nos define no es del todo lo que
decimos o escribimos, sino lo que hacemos, nuestras acciones. Puede que haya
personas por ahí que solo valoren lo que les interesa de otras, pero no por eso
vais a cambiar vuestra forma de ser.
En
todos los ámbitos de la vida, respetar decisiones, afrontar la realidad y tener
el coraje de salir adelante. Hay momentos en los que añoras el dar una charla o
conferencia a tope de motivación, participar en un mitin representando a tu
gente o incluso acabar en apenas unos meses tu novela. En realidad todo depende
de uno mismo.
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