Hace un par de meses me compré un libro con un título que me llamó mucho la atención: La vida interior de los animales. El libro está escrito por Peter Wohlleben, un ingeniero forestal alemán que pasó más de veinte años trabajando en el servicio de la Comisión Forestal de su país. Él, según he podido leer en alguna que otra entrevista, se considera en realidad un guardabosques (a mí siempre me ha gustado mucho esa palabra, ahora les llaman agentes forestales). El tal Peter, dirige en la actualidad una interesantísima iniciativa medioambiental en una zona boscosa en la que trabaja con el fin de retornar a la naturaleza los bosques primigenios.
Pero volviendo al contenido del libro, este guardabosques metido a escritor, analiza las diferentes emociones de los animales basándose en conocimientos científicos, en su experiencia laboral y en sus propias observaciones. Llegados a este punto, ustedes se preguntarán, ¿pero los animales pueden tener emociones? ¿Puede estar triste un venado, o ser compasivo un ratón, o sentirse defraudado un perro? ¿No son las emociones y sentimientos, algo reservado solamente a los humanos?
Yo también me hice estas mismas preguntas y algunas otras antes de leer el libro, pero conforme van pasando las páginas y los capítulos, Peter Wohlleben va despejando esas y otras cuestiones apoyándose en datos científicos unas veces, y otras en sus vivencias personales.
Los comportamientos de los animales, tanto del bosque como de la granja, y su compleja vida emocional, son temas poco investigados, pero si ustedes tienen alguna mascota (gato, perro, etc.), o si tienen una granja con gallinas, cerdos, caballos, etc., se habrán dado cuenta que muchas veces sólo les falta hablar. Con una mirada, un gesto o un sonido, podemos entender perfectamente qué nos están diciendo los animales que nos rodean.
Quiénes somos los humanos para negarles, de entrada, esos comportamientos emocionales. Me da mucho coraje esas personas que se creen que entienden del tema cuando afirman, sin ningún pudor, que los toros no sufren en la plaza. En qué se basan para decir semejante estupidez. Claro que sufren, igual que sufren los ponys en las atracciones de feria, o los caballos tirando de un carro en pleno agosto en el centro de Sevilla, o cualquier animal en el matadero.
En fin, les recomiendo libros como el citado, que ensalzan los valores de la naturaleza, a ver si aprendemos a convivir con ella, y no a destruirla.
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