La literatura, nuestro mundo paralelo; por Tiguel Mena

Según la Real Academia Española (RAE), literatura es el arte de la expresión verbal y abarca tanto textos escritos como hablados o cantados. El concepto de literatura ha cambiado con el tiempo por ser especialmente subjetivo, en su sentido genérico es el conjunto de cualquier producción escrita u oral de una nación, época o género y, en su sentido restrictivo se considera que debe tener un valor estético o intelectual. 

¿Qué nos aporta la literatura?

La literatura no solo consigue que nos adentremos en un nuevo universo, que imaginemos paisajes y nos metamos en la piel de un personaje a través de la empatía. También consigue aumentar nuestra riqueza lingüística a raíz de nuevas palabras que vamos encontrando en cada línea de cada párrafo. Un vocabulario extenso que incluso aumenta nuestra mentalidad y la forma de ver las cosas. En otras palabras, nos hace pensar, buscar y reflexionar.

¿Y desde el punto de vista concreto del escritor?

Los escritores utilizamos la palabra para evocar reflexiones, sensaciones y/o emociones en los lectores. Los textos pueden ser obras narrativas, descriptivas o reflexivas sobre un hecho real o ficticio.

Las dos preguntas del millón que siempre se hace o nos hacen los lectores son las siguientes, ¿es fácil escribir?, ¿qué dificultad tiene publicar?

Intentaré ser breve, aunque no es precisamente mi virtud, y al mismo tiempo directo. Empezaré respondiendo a la segunda pregunta.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que vivimos en una sociedad capitalista, ¿qué quiero decir con esto? Pues que el mundo de la literatura, y más para los escritores noveles es un negocio. Las diferentes editoriales se mueven como empresas y tanto las obras como sus escritores y la imagen de los mismos entran en un mercado, un mercado que cotiza y por el que existe cierta lucha de poder.

Entonces, ¿todo el mundo puede escribir? Mi respuesta en este paréntesis es clara, sí. Ahora bien, no publican cualquier cosa. Todas las editoriales tienen un catálogo y dentro de dicho catálogo existe como una especie de filtro (departamento de valoración y corrección) por el que pasan todos los manuscritos.

Cuando digo esto es porque hay mucha gente que se frustra en el momento que centenares de editoriales rechazan su obra. Que una novela sea rechazada por una editorial no significa que esa novela sea mala o tenga menor calidad que otra, simplemente que no cumple con los parámetros de cierta editorial.

Por si nos sirve de consuelo no todos los escritores de la famosa editorial Grupo Planeta fueron admitidos a la primera, muchos de ellos ni siquiera vendieron más de 200 ejemplares en otras editoriales. Por no decir que a día de hoy las grandes editoriales reciben la friolera de 1500 manuscritos al mes. ¿Se imaginan ustedes tener que leer 1500 novelas de más de 250 páginas cada una para apostar por solo 10 al cabo de un año?

Respondiendo a la primera pregunta, no. No es fácil escribir, al menos no es fácil redactar. La mayoría de los manuscritos has sido borrados o actualizados una y otra vez. Existen numerosas técnicas para redactar una novela, pero como ya se sabe… “Cada maestrillo tiene su librillo”. Si a nosotros no nos convence un párrafo nos crea un quebradero de cabeza, porque directamente tampoco convencerá al lector. Es mucho tiempo invertido para tan solo escribir un capítulo, para que todo mantenga un orden, una estructura, un guion y que al mismo tiempo nada se contradiga.

Cuando cogemos el bolígrafo o el teclado del ordenador nuestra mente entra en un espacio en blanco, es como cerrar los ojos unos instantes y empezar a darle rienda suelta a la imaginación. En ese preciso momento desarrollamos poco a poco la historia y por ende cada uno de sus personajes. El diálogo…bueno, es una mezcla entre imaginación (de escena concreta) y empatía.

¿Es bonito publicar? No directamente. Lo más bonito es acabar la historia y sonreír de satisfacción al leerla una y otra vez y saber que a un público muy diverso le gusta tu novela. Pero seamos realistas, a todos los escritores nos gusta ver que nuestro trabajo y el gran tiempo invertido de cada día junto con el quebradero de cabeza de cada noche se encuentra en todas las librerías.

Cuando uno hace lo que le gusta ni siquiera se toma como una obligación. Afición y vocación, qué bonitas palabras para la literatura.




Comentarios