El pasado martes, 3 de noviembre, se celebraron las quincuagésimo novenas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Hasta cuatro días después, o sea, el 7 de noviembre, no se pudo conocer al ganador de dichas elecciones, que según los datos, ha resultado ser el candidato demócrata Joe Biden, aunque Trump tiene sus dudas sobre eso. Biden ya fue vicepresidente de 2009 a 2017. Antes de eso fue senador de los USA por Delaware entre 1972 y 2009, así que el buen hombre lleva viviendo de la política casi 50 años.
El jovial Joe Biden se ha presentado ante el electorado estadounidense como el ‘poli bueno’ de la película, pero hay que recordar que este señor apoyó la expansión de la alianza de la OTAN en Europa del Este y su intervención en las guerras yugoslavas de la década de 1990. Respaldó también la resolución que autorizaba la guerra de Irak en 2002.
Doy estos datos porque ando un poco perplejo al contemplar la alegría y el alborozo que muchas personas (incluso de izquierda) muestran ante la victoria de Biden. Comprendo que la derrota de un tipo como Donald Trump, que carece de todos los valores necesarios para gobernar un país nos alegre. Yo también me he alegrado mucho de que el pueblo estadounidense le haya dado una patada en el fascista culo de Trump, pero no hay que ser ingenuos, porque aunque el Imperio haya cambiado de emperador, hasta que no se derribe el muro en la frontera mexicana, hasta que no dejen de usar América Latina como patio trasero, hasta que no cierren ese infame centro de torturas llamado Guantánamo, hasta que no eliminen los aranceles a los productos andaluces, hasta que no acabe el bloqueo sobre Cuba, cuando regresen al Acuerdo del Clima de París, cuando retiren las tropas de los países invadidos…, en fin, cuando EEUU deje de creerse que es el sheriff del mundo, entonces, y sólo entonces, me alegraré, haré una fiesta e incluso me emborracharé a la salud de los yanquis.
Mientras tanto, soy bastante descreído con todo este asunto. Pero oigan, no seré yo quien les quite la ilusión a los quieran creer que tanto Joe Biden como Kamala Harris vayan a llevar a cabo políticas que acarreen grandes cambios, porque de ser así, los poderes fácticos yanquis no les hubieran permitido llegar a gobernar.
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