¿Alguna vez te has parado a pensar y a reflexionar sobre qué es la felicidad? o, mejor dicho, ¿alguna vez te has preguntado si verdaderamente eres feliz?
Por normal general se suele decir que una persona goza de máxima felicidad cuando todas las circunstancias que le rodean son estables; la salud, la familia, el trabajo, la amistad, la pareja…
Una persona que goza de buena salud, también la de su familia, tiene un buen trabajo, pero sus relaciones sociales y sentimentales no funcionan, por ejemplo, no es una persona 100% feliz, ¿Que por qué? Porque siente que parte de su vida está vacía o por construir y porque tiene la necesidad emocional y sentimental de sentirse a gusto dentro de un entorno y ser aceptado por los demás.
Porque más allá de ser respetado quiere sentirse querido por los demás. Del otro modo, una persona que tiene estabilidad sentimental con su pareja y también emocional y social con sus amigos, pero tiene familiares que no gozan de buena salud y/o que no se siente satisfecho con su trabajo, bien sea por la función que realiza o por el bajo nivel de ingresos que obtiene tampoco es feliz al 100%.
Parece triste decirlo, escribirlo y pensarlo, pero pensad, paraos un minuto a pensar. Seguro que ahora mismo hay algo en vuestra cabeza que os come por dentro, cualquier cosa, la que sea, pero por mínima que sea hay ciertos momentos del día que no os deja avanzar en otros pensamientos más profundos e importantes.
Todas las personas tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos, al igual que nuestras fortalezas y debilidades. Algunas personas las enseñan, a otras les cuestas incluso reconocerlas. Entre todas las posibles hay dos que se cumplen en un 90% de los patrones humanos, la emoción y el sentimiento. Los conceptos de emoción y sentimiento pueden ser confundidos con facilidad y, de hecho, incluso dentro del mundo de la psicología es frecuente que se utilicen como si fuesen sinónimos.
Se podría decir que son estímulos que por diferentes sustancias de nuestro organismo se crean en nuestro cerebro creando y proporcionando diferentes reacciones. Como casi todo, tiene sus pros y sus contras.
Es fácil emocionarse en diferentes momentos del día a día porque estamos rodeados de un entorno social cuyo objetivo es aspirar continuamente a más, a conseguir más cosas. Cada vez que recibimos una buena noticia en casa, o en el trabajo, o en nuestro entorno de amistades el estímulo de la emoción crece hasta hacernos sentirnos bien e incluso hasta motivarnos para seguir creciendo y avanzando.
¿Y el sentimiento, qué sensación deja?
Las personas necesitan siempre sentir que pertenecen a algo. A una familia, a un grupo a un lugar… Necesitan desarrollar sus sentimientos tanto de manera individual como colectiva. Se podría decir que tienen que cumplir dos parámetros: Aceptación-adaptación.
¿Y si unimos los conceptos emoción-sentimiento en una persona?
Las personas que son emocional y sentimentalmente fuertes son personas que no dudan en expresar sus emociones y sentimientos, se convierten en estímulos que van más allá de la propia personalidad de la persona y que incluso cuando tienen que percibir esos mismos estímulos por otra persona de manera negativa no se hunden, no se vienen abajo y no entran en bucle. Lo aceptan, asimilan y siguen hacia delante.
Las personas que son emocional y sentimentalmente débiles son aquellas a las que les cuesta expresar sus emociones y sentimientos, aquellas que incluso cuando dan un paso adelante de valentía y se sinceran con otra persona tienen miedo de ser rechazadas, de no sentirse correspondidos por la otra persona.
La emoción y el sentimiento son dos de los estímulos más potentes que existen en nuestro cerebro, capaces de hacer llorar a las personas de alegría cuando se sienten satisfechas por algo e incluso, en el otro extremo, capaces de hacer llorar de tristeza a las personas por no sentirse aceptadas, valoradas o correspondidas.
Se han dado casos en los que incluso millones de personas en todo el mundo han dejado lo más importante que tenían a su mano (trabajos, proyectos, familias…) por entrar en depresión, en una profunda tristeza y por pensar que todo se acababa para ellos, que todo el tiempo invertido en la otra persona había sido en vano y que si no tenían posibilidades en mundo se desvanecía.
Por eso mismo cuando tenemos que tomar ciertas decisiones a lo largo de nuestra vida hay que hacer todo lo posible por tomarlas en momentos de tranquilidad, de pausa y reflexión, en otras palabras, debe dominar siempre la mente, la lógica y el sentido común, nunca el corazón. Por difícil que parezca, por fácil que se escriba.
Pero, ¿todo es tan negativo?
No. La vida es un continuo aprendizaje en la que dependiendo como te la tomes así te tomará ella a ti. ¿Nunca has escuchado la frase “sonríele a la vida y la vida te sonreirá a ti”?
A lo largo de tu vida van a aparecer muchas personas, por un motivo u otro. La mayoría de las veces ni nosotros mismos elegimos el por qué, simplemente aparecen. Personas con ideas diferentes, edades diferentes y de lugares diferentes, algunas de ellas se quedarán y serán importantes, otras se irán y pasarán a ser insignificantes y otras no se irán del todo, pero no estarán entre las más importantes. Llamémosle ley de vida. Cada persona que aparece en tu vida tiene algo que aportarte, por mínimo que sea, pero tiene algo que aportarte. Bien sea en la amistad, en lo laboral o incluso en lo interpersonal.
Recuerda, en el fondo, todos tenemos un por qué para ser felices. Depende en gran parte de ti, en tu mentalidad y en rodearte de la gente que te quiere y valora. A veces la felicidad la tenemos a nuestro lado, pero no la vemos o notamos porque nos encerramos en temas irrelevantes, que no llevan a ningún lado. Para querer a los demás primero tienes que quererte a ti mismo.
¡VIVE Y SÉ FELIZ!
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