Días de vino y rosas. Por Miguel Ángel Ortega

¿Qué se encuentran persiguiendo en este preciso momento queridos lectores? Quiero decir, qué meta, reto, objetivo o fin es la excusa que han puesto para dar sentido a su día a día mientras el tiempo pasa, envejecen, engordan y pierden amistades, dinero y ganas de seguir adelante. 

Durante mi adolescencia, cada vez que compartía un momento íntimo con mi gran amigo Fran, fantaseábamos con la idea de ser adultos, sumirnos en el mundo laboral y finalmente imitar a todos aquellos que nos rodeaban y parecían disfrutar. Un sueño, que se tradujo en la persecución de una vida estable, marcada por la tranquilidad, la sensatez en la toma de decisiones, unos estudios que nos abrieran mil puertas y, por supuesto, un trabajo con el que pudiéramos pagar y avanzar. Una utopía, que casi podíamos rozar mientras fumábamos en el apartamento de su prima, escuchando al viejo Hendrix y viendo de fondo dibujos animados con subtítulos, que como Títeres del teatro de la Tía Norica bailaban al son de All Along The Watchower. 

Y es ahora, rozando los veinticinco, cuando ya no debato mi vida en una lucha entre la felicidad y la tristeza. Cuando he comprendido que la “búsqueda” de esta paz, tranquilidad o estabilidad, está sostenida por unos pilares que llevan resquebrajados desde el día de su erección. Decía así, el monologo inicial de Trainspotting: “Elige la vida, elige un empleo, elige una carrera, elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compac disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales, elige pagar hipotecas a interés fijo, elige un piso piloto, elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego…”. Y como jóvenes que éramos, tomábamos este diálogo con una especie de mezcla de entusiasmo, y miedo. ¿Estábamos preparado para decir NO a la norma general? Éramos pequeñas muñecas rusas, con una primera capa rebelde, hastiada y con ganas de cambio, pero con un fondo lleno de miedo, espanto e incertidumbre. 

Hoy apenas nos vemos, eso ya lo saben ustedes, pero hay veces en las que aún nos deleitamos con diálogos metafísicos rodeados de tabaco. Y hace poco, hablábamos sobre nuestro futuro. “Como hemos cambiado, parece mentira” me decía Fran. Hemos asumido que la vida es un constante vaivén, pensé en ese momento. Y no se equivoquen, no es un castigo ser consciente de ello. El cambio forma parte de nosotros. Y fue entonces, tras años de esfuerzos sin recompensas “físicas”. Después de sacrificar cinco lustros de mi vida, cuando he entendido que todo aquello que perseguía no existía. 

Le comenté a Fran que ando un poco perdido. Sigo en esta encrucijada, debatiéndome entre el sí pero no. Avanzando como un zombie, es decir, sin usar la razón ni el corazón. Mientras veo que el mundo gira, que todo sigue, que las cosas pasan, pero yo sigo quieto, tras años sin cambios en mi vida, ya no siento. A veces, por surrealista que sea, me imagino elaborado de piel muerta, como aquella que forma nuestros codos. Puedes pellizcarla, besarla… Que no siente nada. 

Es duro, créanme, sentir que todos viven mientras uno está muerto, vivir en un limbo desierto, con los escombros de toda una adolescencia destruida por la adultez. Quiero pensar que esto es solo una etapa más, acompañada de experiencias que pueden o no pueden ilusionarme más. Pero soy consciente de que ya no anhelo esa ansiada estabilidad. Ni ese trabajo ideal, ni ese pequeño refugio mental construido con ramas de suposiciones que no llevaban a ningún lugar. 

Queridos amigos, solo quiero recordarles que tengan cuidado. Los sueños, van unidos  tanto a triunfos como derrotas. Y a veces, cuando se pierde, uno debe de aceptar que no todo puede ser un camino de pétalos de rosas, que existen las espinas y a muchos nos harán sangrar.

Comentarios

  1. ¿Quién elige la felicidad en la ignorancia pudiendo consumirse en un agobio continuo al plantearse su vida?
    Conocemos bien el mundo en el que nos hemos criado querido amigo, no podemos deshacernos de esas palabras que nos han repetido mil veces. Por mucho que rasquemos con una uña ensangrentada, no hacemos más que sangre que se convertirá en una nueva costra que volveremos a arrancar. Teníamos que buscar un camino, entrar dentro de la norma establecida pese a apretar los dientes con todas nuestras ganas, caminar hacia delante. La situación nos llevó a transformar nuestra rebeldía en ganas de cambiar un sistema que demostrábamos insostenible, y no veíamos otra forma mejor que compartiendo nuestra idea con nuevas generaciones para que aquella sensación de utopía no muriera con nosotros.
    ¡Que ilusa adolescencia! ¿Pero qué adolescencia no lo es? Te obligan a elegir un camino mostrándote cual será el supuesto final, oscureciendo a su vez el sendero tan largo y tedioso que tendrías que pasar para llegar hasta ahí ¡Sin ni siquiera advertirte de que a mitad de camino te podrías parar a replantearte las cosas! Nos construyeron un árbol de ideas perfectas, y con solo ilusión bajo el brazo comenzamos a recorrerlo, sin querer asumir desde el inicio que a mitad de camino las cosas cambiarían.
    Mantén una conversación con tu yo de 15 años, dile que este camino no es para ti, que abandone las ideas preconcebidas que tiene. Sin embargo, tú y yo sabemos la respuesta que obtendremos. Te dirá que te vayas a la mierda mientras cruzaba unas grandes botas militares encima de la mesa. ¿Entonces? ¿Qué deberías decirle? ¿Advertirle del camino que le queda? Hazlo, lo más probable es que te interrumpa a mitad del discurso y te diga que en eso consiste la vida, en descubrir quienes te mintieron al plantearte un camino idealizado, ¡Ya sabíamos que nos ocultaban la verdad! Que no era fácil conseguir lo que pretendíamos, pero nos daba igual, íbamos a hacerlo de todas formas.
    Espera, ¿Y tu yo de 35 años? ¿Qué te diría? ¿Qué te diría tu yo idealizado del futuro? ¿Y tu yo no-idealizado, o como TÚ lo llamarías, real?
    Sabrás mejor que nadie que el problema en todo esto no es el objetivo que quieres conseguir, sino el camino que te lleva hasta ello. ¿Entonces? ¿Puede recorrerse el mismo camino de formas diferentes? ¿Existe otro camino diferente que lleve al mismo sitio? ¿Sigue mereciendo la pena cualquier camino con tal de conseguir lo que pretendías?, y la pregunta más importante para ti, ¿Sigues queriendo conseguir lo que tu yo de 15 años pretendía? Como bien has dicho, todo camino tiene espinas que nos harán sangrar. ¿Y no es eso lo que quieres? ¿Sentir y sangrar?

    Tu gran amigo Fran.

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