Barbate y el papel del turismo, por Fátima Santos

Barbate es un pueblo ubicado en la costa gaditana ligado desde la Antigüedad al mar y a la pesca y rodeado de áreas naturales de inestimable valor ecológico y paisajístico. En la década de los 60, alcanzó su cénit un periodo de prosperidad económica de la mano de la industria pesquera cuyo declive supuso el comienzo del desarrollo del sector turístico. Actualmente, cabría preguntarse si será el turismo capaz de volver a hacer prosperar a Barbate. 

Playa de la Hierbabuena. Autora: Miriam Sánchez

Lo que dice la historia

La riqueza del litoral barbateño es un hecho que ha marcado la historia del pueblo. Siendo valorada y aprovechada desde tiempos primitivos, ya en época fenicia se creó un sistema de almadraba que permitió la captura y comercialización del atún y que ha perdurado hasta nuestros días. Aunque fueron los romanos los que llevaron a la localidad a su mayor auge a través del desarrollo de la industria pesquera y de salazón.
A lo largo de las sucesivas etapas históricas la condición fronteriza del pueblo resultó ser un arma de doble filo: permitiendo la prosperidad de la industria pesquera en períodos de seguridad marítima, y la intranquilidad y desplazamiento de sus pobladores en épocas más inestables, como cuando la zona se vio convertida en línea fronteriza con el mundo árabe tras la mal llamada “Reconquista”. 
No obstante, no cabe duda de que el mar y la pesca han definido el carácter de este pueblo que también destaca por ser un enclave de espectacular valor natural -declarado en 1989 Parque Natural de La Breña y Marismas del Barbate- con maravillosas playas, paisajes y multitud de ecosistemas, así como por la autenticidad de su gente, lo cual es habitual en los pueblos que siguen conservando y reproduciendo sus tradiciones. 

El declive de la industria pesquera

Históricamente, Barbate ha debido sus períodos de prosperidad económica a la industria pesquera. La última época de vitalidad culminó con la inauguración del puerto pesquero en 1961. A partir de este momento, una serie de medidas restrictivas marroquíes en torno a sus caladeros dieron paso a una crisis en el sector que provocó el declive progresivo de la industria y, en consecuencia, una oleada de migraciones. De esta forma, en un momento en el que el desarrollismo franquista sentó las bases del turismo de masas en España, junto al declive de la industria pesquera, el sector turístico empezó su lento desarrollo en el pueblo. 

La apuesta por el turismo

Actualmente, en consonancia con dinámicas globales, no se dejan de batir nuevos récords en número de turistas e ingresos y de hacerse hincapié en la necesaria toma de conciencia sobre la importancia del turismo como “motor de la economía” y su capacidad para generar “riqueza” y “empleo”, según declaraciones de Miguel Molina, alcalde de la localidad, en la Página Web oficial del Ayuntamiento de Barbate. En la misma noticia, se habla de un incremento en la ocupación durante el mes de agosto de 2018 respecto a anteriores temporadas, con una media por encima del 98%. Resultados atribuibles a los esfuerzos de la Administración Local en materia de promoción turística y, en particular, de las delegaciones de Cultura, Turismo, Juventud y Deportes y su amplio programa de actividades y eventos que, aseguran, “han atraído a miles de visitantes a la localidad”. Todo esto sirve para justificar que “Barbate está de moda” y anunciar el inicio de los trámites para que la localidad sea declarada Municipio Turístico. Propuesta llevada a pleno y aprobada el pasado mes de marzo. 

El turismo irresponsable 

Por otro lado, poco o nada se habla de los efectos nocivos que puede generar una industria turística y hostelera de “bajo valor añadido” y trabajos “precarios” y “estacionales”, en palabras del ministro de Consumo Alberto Garzón. Declaraciones que fueron objeto de multitud de críticas por parte de fervientes defensores de la industria como La Mesa del Turismo -asociación formada por algunas de las empresas turísticas más poderosas del país- la cual pidió la dimisión del ministro. 
Sin embargo, estas declaraciones no distan mucho de la realidad. El turismo que viene desarrollándose en Barbate está basado en la mano de obra poco cualificada de camareros, camareras de piso, ayudantes de cocina, conserjes, etc.; en jornadas interminables y en la ausencia de días libres. En trabajos estacionales que se traducen en explotación en los meses de verano y paro el resto del año. En servir a un turista que, en la mayoría de los casos, tiene un sueldo mejor que el camarero que le atiende y cuyo ocio supone su trabajo. Un turismo que parece orientado a generar y consolidar desigualdades socioeconómicas.
Los grandes poderes económicos nos instigan a obviar esta parte y quedarnos sólo con la media verdad que vincula el turismo con “generación de riqueza y empleo”. De no ser así, nos diagnosticarán “turismofobia” como a muchas de las asociaciones y colectivos vecinales y ecologistas en su lucha por el derecho a vivir donde viven y a poder decidir sobre el futuro de su entorno urbano y natural. Aunque disponemos de multitud de ejemplos donde el turismo masivo ha convertido espacios urbanos en parques de atracciones inhabitables ajenos al contexto socioeconómico donde se establecen (Venecia, Barcelona, Amsterdam, Dubrovnik, Málaga…) y que crean daños irreversibles en la naturaleza y cultura de las sociedades que soportan su actividad, parece que no aprendemos nada.
De igual forma, no parecemos aprender nada tras más de 30 años persiguiendo desde organismos internacionales, como la Organización Mundial del Turismo, un “Desarrollo Sostenible” que, precisamente, habla de esto y que cada día se convierte más en un significante vacío. Tampoco de la crisis financiera de 2008, tras la cual se apostó por más crecimiento turístico y surgieron las plataformas peer to peer (P2P), como la popular AirBnB, que trajeron nuevos problemas a las ciudades: el aumento de precios de los alquileres y la crisis de vivienda, entre otros. 

Irresponsabilidades en tiempos de coronavirus

Menos aún hemos aprendido de la crisis del Covid-19. Como ejemplo de ello, la convalidación por parte de la Diputación Permanente del Parlamento andaluz de un Decreto-Ley que modifica 21 leyes y 6 decretos y reduce controles en sectores como medio ambiente, turismo y urbanismo. Este decreto de desregulación ambiental y urbanística llamado “Decreto de mejora y simplificación de la regulación para el fomento de la actividad productiva”, pretende reproducir el modelo económico vigente en los tiempos de la Burbuja Inmobiliaria: favoreciendo la especulación urbanística y reduciendo el papel de la administración pública en la defensa de los derechos de la sociedad y la naturaleza.   
Como resultado, recientemente el Ayuntamiento de Barbate ha recibido el visto bueno por parte de la Consejería de Agricultura, Ganadería Pesca y Desarrollo Sostenible (CAGPyDS) a través de un Informe Ambiental Estratégico (IAE) para reprogramar el suelo urbanizable de su Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Un PGOU que data de 1995 e incumple varias leyes, normativas y planes urbanísticos y medioambientales. Esto se traduce en un nuevo plazo de 16 años para el desarrollo de los proyectos urbanísticos incluidos en él, donde se “contempla la urbanización de más de 1.642.239 m2 de terrenos litorales de alto valor ecológico y la construcción de 2.488 nuevas viviendas en un municipio en regresión demográfica”, según declaraciones de Ecologistas en Acción. Esto supone una apuesta por fórmulas desfasadas que desencadenaron una crisis en la que se rescató a grandes bancos con dinero público, mientras se desahuciaba a los más vulnerables.

¿A quién beneficia el turismo?

En 1972, Stanley C. Plog nos decía en su teoría acerca de la evolución del turismo en los destinos que “Las áreas que son objeto de viajes turísticos llevan consigo la semilla potencial de su propia destrucción a medida que permiten su creciente comercialización y pierden las cualidades que en un principio atrajeron a los turistas". Casi medio siglo más tarde, seguimos presenciando la venta al mejor postor y destrucción de culturas, ciudades y zonas naturales. 
Llegados a este punto, cabría plantearse la cuestión inicial con una pequeña modificación: ¿existe un turismo capaz de hacer prosperar a Barbate? Y, sinceramente, creo que sí. Pero este turismo admitirá cuestionamientos, reducirá niveles de dependencia y, sobre todo, responderá a los intereses de la mayoría social, en lugar de a los de una reducida élite. 

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