Mujeres cansadas, por José Antonio Sánchez

Todos las conocemos. Suelen habitar cada uno de los pueblos. Son mujeres que no pudieron escribir su propio destino, sino que este le fue dado por la moral de una sociedad en blanco y negro que las enseñaba a coser pero no a ser libres. No obstante, para entender mejor la historia de las mujeres cansadas, os contaré la situación de Juana, una mujer producto de mi imaginación, pero a la que seguro le pondréis un rostro.

Juana tiene cincuenta y cinco años. Es ama de casa, y a pesar de llevar trabajando más de veinte y cinco años a jornada completa, no tiene derecho ni al desempleo. Desde pequeña tuvo claro que su meta era la que le contaban: casarse, parir y dedicarse a las labores del hogar. Pero, ha comprobado con su experiencia que realmente esto era una única opción de un amplio abanico de posibilidades. Tal como dice, cualquier día de estos tira la escoba, coge la puerta y se va lejos, para dejar de ser la esclava de su marido y de sus hijos.

Juana está casada -y cansada de estarlo-. Ella nunca tuvo una corona en el amor y ahora sabe que nunca hay que buscarla, porque a la mujer la monarquía la hace esclava. Su día a día se lo sabe de memoria: a las cuatro de la tarde se sienta en el sofá -“por primera vez en todo el día”- y gasta sus poca fuerzas en el móvil, buscando esa frase motivadora que de verdad, de una vez por todas, le otorgue la valentía necesaria para dar un paso al frente. Aunque sabe que esto es difícil, porque la bata se ha convertido en su traje de gala y, siendo económicamente dependiente, es casi imposible volar. La desgana ha pintado de color oscuro su corazón, y eso que le urge calmar anécdotas de su cotidianidad con alguien que sume, que la ame más allá de la materia, más allá del paso de los años dibujado en canas.

Los sábados se entrega a su marido por costumbre; él disfruta, se libera de la carga del trabajo y se sigue sintiendo útil, pero ella -que busca espiritualidad en el sexo- se siente fracasada, inútil por entregar los divinos pechos de la mujer por compromiso. Solo en sus sueños, sus hijos comprenden que el amor puede romperse y que ella puede volver a empezar lejos del hogar.

Juana, desde aquí todos te animamos a que tomes las riendas de tu vida. Sácate el carnet de conducir, el graduado y estudia auxiliar de enfermería, lo que siempre quisiste ser. Nunca es tarde para cumplir sueños. Eres producto de una época determinada, pero seguro que si te lanzas hacia tu libertad y autonomía, serás un ejemplo a seguir por Inmaculada, Carmen, Laura, Cristina... y una infinita lista de nombres de mujeres que también se sienten cansadas de estar viviendo una vida hipotecada. Como así defendía Bertold Brecht en su famoso poema, la Historia también la escriben personas sencillas como ustedes que se atreven a realizar pequeños cambios que pueden transformar el mundo. Algún día, todas las mujeres cansadas verán que existe la luz y que la luna puede ser acariciada.

Comentarios

  1. Juana la pobre, sabe los pasos que tiene que dar pero le faltan los medios, menos mal que tiene a sus comares y vecinas como apoyo, que saben por lo que está pasando, porque lo viven con ella. Juntas luchan para salir adelante y maquinan desde su cotidianeidad miles de formas de acabar con el patriarcado sin ni siquiera mencionar esa palabra que suena tan lejana y abstracta. Con un: ¡qué jartita estoy!, hacen visible su ejercicio de conciencia de la situación en la que viven y sus ganas de cambiarlo. Algún día, sus hijas y sus nietas, agradecerán a Juana el sacrificio que hizo luchando cada día desde la intimidad de su casa, para que ellas no tuvieran que pasar por la misma situación y pudieran disfrutar de ser libres, por ellas y por Juana.

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