Las nuevas generaciones que vienen llegando apuestan por un nuevo modelo de país. Un país más democrático en el que las decisiones más importantes y que verdaderamente repercuten en nuestro día a día se basen en un consenso con la ciudadanía. Un país con más justicia social, en el que nadie sea más que nadie y se respeten y cumplan nuestros derechos fundamentales. Un país más verde, en el que no se mire de reojo las consecuencias del cambio climático, sino que se actúe a tiempo mirando el problema de frente. Un país que no recorte en derechos, sino que se dedique a invertir.
Invertir en educación para que las próximas generaciones puedan formarse nazcan en el barrio que nazcan y lleven el apellido que lleven. Invertir en sanidad para que los profesionales sanitarios tengan medios para atendernos y se lleven a cabo condiciones laborables justas. Invertir en ciencia para que España no parezca un país tercermundista a la hora de afrontar una crisis que paguemos todos. Invertir en cultura para que nuestros cines, teatros, museos, música, monumentos y literatura afloren en un país olvidadizo del talento y su patrimonio.
En definitiva, esta generación no quiere caricaturas de hace cincuenta años sino progresar en un país propio del siglo XXI.
Pero, ¿cuál es la otra cara de la moneda en esta generación? Seguramente os hayáis tomado una cerveza o un refresco con vuestra pareja o grupo de amigos y ha salido un tema de política en la mesa del que, automáticamente una o varias personas han abandonado el lugar en busca de lo que ellos llaman confort, donde no tengan calentamientos de cabeza después de soltar la típica frase que dice: “Uf, ahora política”.
La política no está bien vista en buen aparte de la ciudadanía. De hecho, existe desafección. La generación que viene llegando necesita más pedagogía y menos red social. La palabra política a día de hoy es vista con connotación negativa. Más como adjetivo que desacredita que como herramienta útil para resolver problemas. “Corrupto”, “todos los políticos son iguales”, “todos comen de la olla grande...” son algunas de las muchas expresiones que se leen y escuchan.
Pero no nos damos cuenta o no queremos daros cuenta de que la política es lo que más nos repercute en el día, segundo a segundo. Pongamos un ejemplo:
“Estás con tu pareja en la terraza de tu taberna favorita tomando una cerveza y fumándote un cigarrillo. Ella se toma un refresco y come frutos secos. Al tiempo, llegan tus amigos y empezáis a hablar”. Sin darte cuenta, en ese preciso momento estáis en un núcleo social, económico y político.
Social por la conversación que estáis manteniendo (independientemente de cuál sea).
Económico porque la terraza en la que estás conlleva un coste municipal, es decir, una pequeña tributación por parte del tabernero para poder llevar a cabo la explotación de la taberna y darle un servicio a sus clientes; por no hablar del precio de la cerveza que es suministrada por un proveedor y que al mismo tiempo el tabernero tiene que pagar una factura de luz para mantener en refrigeración tanto tu cerveza como el refresco de tu pareja y el hielo que lleva la bebida, más la propia factura que va a parar a la Hacienda Pública en la declaración del IVA por los productos que el tabernero ofrece a sus clientes.
Y político porque cada gestión, cada problema y solución que se le da a los diferentes asuntos viene por parte de la Administración Pública (Ayuntamiento), Diputación Provincial y Gobierno Autonómico y Nacional.
Por eso, en realidad, nadie es apolítico. Porque cuando nos tocan un tema sensible saltamos. Cuando legislan en contra de nuestros intereses criticamos. Segundo a segundo estamos envueltos en un fundamento y una base social, económica y política.
Es importante que esta generación milite o que al menos participe. Que escuche y aprenda. Se mueva y levante la cabeza. La política está en nuestra casa, en la calle y en todo sitio al que vayamos. Ha llegado la hora de dejar a un lado la crispación, de bajar el tono, de mantenerse en la sombra y de conformarse de dar solo voz a un grupo reducido de personas. Ha llegado la hora de dar un paso adelante y considerar si seguir manteniéndose al margen o liderar un proyecto.
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