Cada día cuando salgo a pasear / veo envases tirados por doquier /
igual están al borde del camino / que escondidos en medio de un zarzal /.
Plásticos, latas, botellas de cristal / papeles, cartones… ¿qué más da…?
Con motivo del Día mundial del medio ambiente que se celebra el 5 de junio, me viene el recuerdo de nuestro añorado Félix Rodríguez de la Fuente, del cual el pasado 14 de marzo se cumplían 92 años de su nacimiento, y 40 de su muerte.
Entre sus muchas y primordiales actividades, desarrolló una defensa a ultranza de la naturaleza y del medio ambiente, contribuyendo grandemente en la concienciación ecológica.
Ahora, cuatro décadas después, reflexionando sobre ello, llego a la conclusión de que nos queda mucho que aprender y un largo camino por andar. Por ejemplo: No entiendo cómo podemos ir por ahí dejando la basura y los residuos en cualquier sitio, sobre todo en el campo. Si vamos de excursión, a caminar o a pasar el día en medio de la naturaleza, ¿que trabajo nos cuesta traernos de vuelta los envases vacíos sean del tipo que sean, y depositarlos en el contenedor correspondiente? ¿Acaso no pesan menos y ocupan menos espacio que cuando estaban llenos? Pero si lo dicho no lo puedo comprender, más estupefacto me quedo al ver tirados en los cauces de los arroyos o en las cunetas, entre los matorrales, electrodomésticos y otros enseres inservibles. ¿No es más fácil y económico, ponerlos junto al contenedor más cercano, que tenerlos que cargar y transportar para llevarlos al campo y tirarlos? Todos sabemos el daño que hacemos con este comportamiento. Ninguno queremos dejar a nuestros hijos y nietos el planeta convertido en un estercolero, contaminado e inhabitable. Confío en que nos concienciemos de ello y pongamos todos de nuestra parte (que no es tan difícil), para que el mundo sea más limpio y saludable cada día.
Pensando en todo esto me viene a la memoria la época de mi infancia, vivida en el campo. En aquellos años (alrededor de 1960), cuando no se conocía la palabra “reciclar” ni había bolsas de plástico. La gente hacía un uso sostenible y respetuoso de los recursos naturales, reutilizándolos y transformándolos para cubrir otras necesidades, beneficiando con ello el medio ambiente. Por ejemplo: Cuando limpiaban los olivos (un tercio cada año), los troncos gordos se destinaban para hacer el carbón, el ramaje para el cisco, que luego servirían para guisar o calentar la casa en invierno. Después la ceniza servia de abono para el huerto, o incluso para hacer una “clarilla” para lavar la ropa. Con las varetas hacían canastas, canastos y otros utensilios. Otro ejemplo: Los excrementos de los animales (el estiércol) lo usaban como fertilizante. ¡Aquello si era reciclaje!
Desde este blog quiero mostrar mi más sincera y profunda admiración por aquellas personas (mujeres y hombres del campo), que sin estudios ni formación académica alguna (la mayoría apenas sabían leer o escribir), eran capaces de hacer de todo (sus conocimientos, adquiridos en la universidad de la vida, a base de trabajo y tesón). Lo mismo fabricaban un sombrero o una espuerta de palmas o esparto, que una cuerda con las fibras sacadas de la Pita. Igual hacían los quesos con leche de cabra, oveja o vaca, que el jabón con el aceite usado. Eran expertos en el arte de la matanza, aprovechando los productos del cerdo al máximo. Incluso amasaban la harina y hacían el pan para el consumo propio...
... Así podría seguir enumerando hasta llenar un montón de paginas sobre el tema…
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